Centro Educativo Internacional Henry George
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Resumen condensado del LIBRO PROGRESO Y MISERIA de HENRY GEORGE, CUARTA EDICIÓN ABREVIADA, usada en el curso "COMPRENDER LA ECONOMÍA."


 

Introducción y Libro I - Salario y Capital
Libro II - Población y Subsistencia
Libro III - Las Leyes de la Distribución
Libro IV - Efecto del Progreso Material sobre la Distribución de la Riqueza
Libro V - El Problema Resuelto

Libro VII - La Justicia del Remedio
Capítulo 1: Injusticia de la Propiedad Privada de la Tierra
Capítulo 2: La Esclavitud del Trabajo
Capítulo 3: Reclamo de los Propietarios por Indemnización
Capítulo 4: Propiedad de la Tierra Considerada Históricamente
Capítulo 5: Historia de la Propiedad de la Tierra en los EEUU
Capítulo 6: Historia de la Propiedad de la Tierra en Nicaragua

Libro VI - El Remedio
Libro VII - La Justicia del Remedio
Libro VIII - La Aplicación del Remedio
Libro IX - Los Efectos del Remedio
Libro X - La Ley del Progreso Humano


  1. Consideramos la justificación por la propiedad privada y determinamos que el justo título de la propiedad privada se deriva del derecho exclusivo del productor al fruto de su Trabajo. Así que, la propiedad privada de Tierra no puede ser justa ya que viola este derecho. Vemos que la idea de que algunos tienen un derecho exclusivo a la propiedad de Tierra por razones de prioridad de ocupación es absurda. La propiedad privada de Tierra crea un sistema de esclavitud humana impersonal que ningún decreto o aplicación de derechos políticos puede remediar.
    Argumento completo del libro P&M y el Curso CE

 

Capítulo 1: Injusticia de la Propiedad Privada de la Tierra

Sólo lo justo es lo prudente y lo duradero. Si resulta que la propiedad privada de la tierra es justa, nuestro remedio es falso. Pero, si la propiedad privada de la tierra es injusta, entonces nuestro remedio es cierto.

¿Qué constituye la justicia fundamental de la propiedad? ¿Qué es lo que permite un hombre decir con justicia de una cosa, “es mía?” ¿De qué procede el sentimiento que reconoce su exclusivo derecho de propiedad, aun frente a todo el mundo?

Así como el hombre pertenece a sí mismo, también su trabajo puesto en forma concreta le pertenece. Por esta razón, lo que un hombre produce es exclusivamente suyo, aun contra todo el mundo. Su derecho exclusivo a ello no implica daño alguno a nadie más. Es justo porque este derecho se origina en el primer productor, a quien la ley natural se lo otorga.

El bolígrafo con que escribo es justamente mío; ningún otro ser humano puede reclamarlo como su propiedad porque poseo el título de los que lo produjeron. Mi derecho exclusivo a la propiedad del bolígrafo se origina en el derecho del individuo al uso de sus propias facultades.

No puede haber justo título de propiedad de una cosa que no se derive del título de productor, y que no se funde en el derecho del hombre a sí mismo, porque, primero, no hay ningún otro derecho natural, del cual se pueda derivar ningún otro titulo, y, segundo, porque el reconocimiento de cualquier otro título es incompatible y contradictorio a este derecho natural.

Primero, ¿qué otro derecho hay, del cual pueda derivarse el derecho a la exclusiva propiedad de algo, si no es el derecho del hombre a sí mismo? La naturaleza no reconoce al hombre ningún derecho o dominio que no sea resultado de su esfuerzo. Como la naturaleza solamente responde al trabajo, el esfuerzo expendido en el proceso de la producción es el único título natural y justo a la propiedad exclusiva.

En segundo lugar, este derecho de propiedad exclusivo nacido del trabajo hace imposible cualquier otro derecho de propiedad. Así que, resulta injusta la propiedad privada de la tierra porque no es producto de ningún ser humano. Además, admitir el derecho privado de la propiedad de la tierra es negar el derecho de propiedad privada al producto del trabajo. Pues, cuando quienes no producen pueden reclamar, como renta, una porción de la riqueza producida por los productores, en igual medida se niega a los productores el derecho a los frutos de su trabajo.

Lo que más impide ver la injusticia de la propiedad privada de la tierra es la costumbre de agrupar todas las cosas que se apropian en la sola categoría de “propiedad”. La distinción natural y verdadera es entre las cosas que son, por un lado, productos del trabajo, y, por otro lado, las cosas que son ofrecidas gratuitamente por la naturaleza; es decir, entre “riqueza” y “tierra.”

El carácter esencial de la riqueza es que llega a la existencia por el esfuerzo humano; su aumento o disminución depende del hombre. El carácter esencial de la tierra es que existe independientemente del hombre y del trabajo humano. Al reconocer esta diferencia, podemos ver que el reconocimiento de la propiedad privada del producto pone a todos los hombres en igualdad de condiciones, y el reconocimiento de la propiedad privada de la tierra niega los iguales derechos del hombre.

El igual derecho de toda la gente de usar la tierra es tan claro como su igual derecho de respirar el aire. Este es un derecho natural e inalienable que no puede tener más límite que el igual derecho de los demás. Por justicia natural, al momento de nacer, el niño más pobre adquiere el igual derecho a la tierra que el más rico y viejo millonario.

En el último análisis, la institución de la propiedad privada de la tierra sólo puede ser justificada por la idea de que algunas personas tienen un derecho a la existencia superior al mismo derecho de los demás. Malthus escribió que los seres humanos “excedentes de la superpoblación ... no tienen ni el menor derecho de participar en las subsistencias existentes de la vida.

Nuestras conclusiones anteriores, ahora traducidas de los términos de la economía política a los de la ética, quedan confirmadas, y revelan una maldad fundamental como la causa de la miseria que acompaña el progreso material: la institución de la propiedad privada de la tierra, la cual permite que algunos dominen la tierra que todos necesitan.

La miseria, el vicio, y la corrupción no son los resultados inevitables del aumento de población o del desarrollo industrial; sólo aparecen con estos porque la tierra es tratada como propiedad privada y monopolizada.

Ya que el trabajo no puede producir riqueza sin acceso a la tierra, negar el igual derecho de usar la tierra es necesariamente lo mismo que negar el derecho de los trabajadores a su propio producto. Uno no produce pero queda enriquecido; los otros producen pero quedan despojados. Esta injusticia fundamental es la causa de la injusta distribución de la riqueza que divide la moderna sociedad en los muy ricos y los muy pobres. ¿Qué derecho tienen los terratenientes de cosechar lo que no han sembrado?

La propiedad privada de la tierra se origina de la conquista. Los títulos de las tierras privadas no representan un derecho respaldado por obligación moral, sino una violación del derecho común, impuesta a la fuerza. Cuando el pueblo decide anular aquellos títulos inmorales, no se puede hacer ninguna objeción en el nombre de la justicia.

Se puede demostrar un título original sobre la construcción de mejoras, porque son riqueza, pero no sobre la tierra. Si talo un bosque o deseco un pantano, todo lo que puedo reclamar como propiedad privada es el valor que he agregado con mi esfuerzo. Las mejoras no me dan ningún derecho a la tierra misma.

Pero se puede decir: Hay mejoras las cuales con el tiempo se confunden con las tierras en las cuales fueron elaboradas. En estos casos, el título de las mejoras se incorpora en el título de la tierra; el derecho individual, una vez indistinguible, se pierde y se integra en el derecho común.

Todavía, se puede decir: al hombre que trabaja la tierra, se le ha de permitir el derecho exclusivo a su uso, para que pueda obtener todo el beneficio de su trabajo. Esto es cierto. Así que, concediendo el uso de la tierra a los que ahora la tienen, y recaudando la renta por el beneficio de toda la comunidad, reconciliamos la estabilidad de la tenencia individual, la cual es necesaria para el mejoramiento de la tierra, con el pleno reconocimiento de los iguales derechos de toda la comunidad al uso y al valor de la tierra.

Finalmente, en cuanto a la prioridad de ocupación como fundamento de un derecho individual y exclusivo a la tierra, es ésta la razón más absurda con que se puede defender la propiedad privada de la tierra.¿Tuvieron los hombres de las generaciones anteriores más derecho que nosotros a usar este mundo? Nuestros derechos de adquirir y de poseer han de estar limitados y medidos con respeto a los iguales derechos de los demás. Del mismo modo que un pasajero en el bus puede repartir su equipaje sobre tantos asientos que quiera mientras no lleguen otros pasajeros, así también un individuo puede ocupar y usar tanta tierra que le guste hasta que otros la necesiten. Pero cuando lleguen los otros, y la tierra empiece a adquirir un valor, su derecho a la tierra queda reducido por el igual derecho de los demás. La prioridad de ocupación no le da un derecho de privar a los otros de su igual derecho. Esta situación absurda realmente ocurre hoy día en Nicaragua.

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Capítulo 2: La Esclavitud del Trabajo

La propiedad privada de la tierra significa la esclavitud de los trabajadores al grado que estos la necesiten y compitan por el uso de ella. Cuando la gente ha de vivir dependiendo de tierras tratadas como propiedad privada de algunos, tanto más dominio económico y político adquieren una minoría de terratenientes, y tanto más dependientes quedan los trabajadores. En fin, dondequiera que se monopolice la tierra, la competencia entre los trabajadores les hará esclavos de hecho, a pesar de la ilusión política de ser “libres.”

Al otorgar a algunos el dominio exclusivo de la tierra, condenamos a la mayoría a la esclavitud económica, igual que si les hubiéramos hecho esclavos corporales por la ley.

Vemos ejemplos a lo largo de la historia, de pueblos robustos y vigorosos en sus primeras fases reducidos a poblaciones débiles y serviles a la medida que fueran obligados a pagar más y más renta.

Cuando la tierra era poca poblada, la obligación feudal era necesaria para encadenar a los trabajadores a la tierra como esclavos. Pero en nuestros tiempos, con el crecimiento de la población y la competencia por acceso a la tierra, dondequiera que exista la propiedad privada de la tierra, la misma relación de esclavitud se mantiene en vigencia bajo condiciones de la más moderna forma de libertad política.

La esencia de la esclavitud es que todo lo que los trabajadores producen, menos la parte necesaria para mantener su existencia como trabajadores, queda confiscado por los dueños de la tierra.

Las condiciones de las masas en todos los países civilizados donde la tierra es tratada como propiedad privada tiende a una virtual esclavitud, disfrazada baja las formas de la democracia y la libertad política. Sus amos no son seres humanos, sino asumen las formas de las leyes impersonales de “oferta y demanda.”

Los esclavos del sur de los EEUU, como una clase, eran mejor alimentados, mejor alojados, y mejor vestidos que los trabajadores agricultores libres en Inglaterra.

Cuando la esclavitud humana quedó abolida en los EEUU, los amos iban recibiendo una mayor proporción de la producción, y los trabajadores “liberados” quedaban recibiendo un salario mínimo de supervivencia. En los países en desarrollo de Asía, África y América Latina, las condiciones de vida de la mayoría, ya políticamente libre, siguen siendo comparables a las condiciones de la esclavitud antaño.

Pero hay una diferencia notable. En los viejos sistemas de esclavitud, las relaciones personales y las convenciones sociales generalmente impedían que los amos ejerciesen el poder de privación y degradación al mayor grado posible sobre los esclavos. Las influencias que amortiguaban el poder explotador de los terratenientes de antaño quedan perdidas en la forma más complicada de la esclavitud moderna en la cual la competencia obliga que el trabajador ceda el máximo posible, hasta quedar en el estado de la mera supervivencia. Que tales condiciones no se han exhibido más generalmente en los países “nuevos,” como los EEUU y Australia, hasta ahora, es debido a las grandes extensiones de tierras fértiles disponibles por precios bajos. Esta expansión a nuevas tierras proporcionó una válvula de escape. Ya están cerrándose rápidamente las fronteras internacionales entre los países pobres y los países ricos, provocando una presión cada vez mayor

Parece que las leyes inexorables de oferta y demanda son las fuerzas que empujan a las clases inferiores a la esclavitud y la miseria. Pero, en realidad, la causa que produce esta esclavitud siempre es una sola: la monopolización privada de la tierra. Mientras reconocemos la propiedad privada de la tierra, nuestra orgullosa libertad política inevitablemente causará la esclavitud económica y social de la mayoría.

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  1. Aún aceptando el argumento del remedio georgista, algunos argumentarían a favor de una indemnización para los propietarios de Tierra quienes perderían el valor especulativo de sus inversiones al nacionalizar el valor de Tierra. Vemos que no hay necesidad ni justificación de pagar una indemnización, ya que el valor de Tierra es 100% propiedad común, y el hecho de que la comunidad ha permitido su expropiación privada por siglos no hizo justa esta errada costumbre.
    Argumento completo del libro P&M y el Curso CE

 

Capítulo 3: Reclamo de los Propietarios por Indemnización

La propiedad privada de la tierra es generalmente aceptada sin comentarios, o como un hecho consumado, o es considerada necesaria para su mejor uso y hasta la existencia de la civilización.

Nuestra indagación ha demostrado contundentemente que la conveniencia se junta con la justicia para demandar que abolamos la propiedad privada de la tierra. Entonces, ¿por qué razón vamos a dudar en abolirla?

La consideración que más parece motivar dudas es la siguiente: Habiéndose permitido por tanto tiempo que la tierra fuese tratada como propiedad privada, al recobrar los derechos comunes, se haría una injusticia a los que la compraron pagando con lo que era indiscutiblemente su justa propiedad privada. Así, afirman que, si abolimos la propiedad privada de la tierra, la justicia exige que indemnicemos plenamente a los que ahora la poseen.

El defecto inherente en estas propuestas es que en el mismo grado que se conserven las conveniencias particulares de los dueños de la tierra, se desatenderán los intereses legítimos de toda la comunidad en conjunto.

Primero, que el Estado comprara derechos de propiedad de la tierra privada daría a los propietarios actuales, en forma de impuestos, la misma proporción de la recompensa del trabajo y capital que hoy pueden apropiarse en forma de la renta privada. El Estado se convertiría en agente de los propietarios para el cobro de sus rentas, y tendría que pagarles mucho más que el valor que ellos recibían antes.

Segundo, el plan de nacionalizar la futura “plusvalía de la tierra” fijando el valor actual de todas las tierras en el mercado y adjudicando al Estado los futuros incrementos de valor, no aumentaría la injusticia de la actual distribución de la riqueza, pero no la corregiría. Dejaría una clase en posesión de la enorme ventaja de renta que ahora tiene sobre las demás.

Aun el movimiento antiesclavista de los EEUU empezó con propuestas de indemnización para los dueños de esclavos. Pero cuando cuatro millones de esclavos fueron liberados, los dueños no recibieron ninguna indemnización. Si la tierra pertenece al pueblo, ¿por qué, en nombre de la moralidad y la justicia, el pueblo ha de pagar el valor en renta de lo que es suyo?

Porque fuéramos despojados ayer, anteayer, y el día anterior, ¿Es razón para inferir que el ladrón ha adquirido un derecho de despojarnos? Si la tierra pertenece al pueblo, ¿por qué hemos de indemnizarles por la “pérdida” de la renta que ni es suya? La renta, creación de toda la sociedad, necesariamente pertenece a toda la comunidad.

Juzguemos la causa de los dueños privados de la tierra según la ley civil. ¿Qué concede la ley al poseedor inocente cuando la tierra que pagó de buena fe con su dinero se adjudica a otro por pertenecerle de derecho? No le concede ninguna indemnización.

Estos dictámenes, si los aplicáramos al pleito entre El Pueblo versus Los Propietarios de la Tierra, no tan sólo no hemos de pensar en dar a los propietarios ninguna indemnización por la tierra, sino que deberíamos quitarles también todas las mejoras.

Pero basta con que el pueblo recupere la propiedad de la renta de la tierra. Dejemos que los propietarios conserven sus mejoras y sus bienes muebles en posesión segura. Y en esta medida de justicia, no habría opresión ni daño para ninguna clase.

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  1. Vemos en la historia que originalmente toda sociedad trataba Tierra como propiedad común, y que la conversión de Tierra en propiedad privada exclusiva resultó mediante la conquista y el desarrollo de intereses privilegiados. De esta manera, toda responsabilidad adherente a la propiedad común fue transferida al sector productivo, así creando el gran desequilibrio socioeconómico que pudrió y hizo caer grandes imperios. Observamos como las distintas políticas de tenencia de Tierra influyó en el desarrollo de los EEUU y el subdesarrollo de Nicaragua.
    Argumento completo del libro P&M y el Curso CE

 

Capítulo 4: Propiedad de la Tierra Considerada Históricamente

Al ser humano, cualquier costumbre que ha existido por un largo tiempo le parece natural y necesaria. El tratar la tierra como propiedad privada es tan plenamente reconocido en nuestras leyes, maneras y costumbres, que a la gran mayoría de la gente, nunca se les ocurre cuestionarlo.

Aunque fuera verdad que la tierra siempre hubiera sido tratada como propiedad privada, esto no probaría la justicia o necesidad de continuar tratándola así. No lo probaría más que la existencia universal de la esclavitud demostraría la justicia o necesidad de tratar a los seres humanos como propiedad privada.

De todos modos, que la tierra siempre ha sido tratada como propiedad privada no es cierto. Al contrario, la idea de que la propiedad privada de la tierra es necesaria para la sociedad es una idea moderna.

Las investigaciones de los historiadores comprueban que dondequiera que se haya formado la sociedad humana, el derecho común a la tierra ha sido reconocido, y la exclusiva propiedad privada de la tierra nunca ha sido adoptada libremente. Siempre ha aparecido impuesta por la guerra y la conquista, y avanzada por las manipulaciones de las leyes.

Dondequiera que podamos averiguar la historia primitiva, todos los individuos de la colectividad tenían igual derecho al uso y disfrute de la tierra. Ni se abandonó la costumbre del derecho común cuando el desarrollo de la agricultura impuso la necesidad de reconocer la posesión exclusiva de la tierra para asegurar el disfrute exclusivo de los resultados del trabajo invertido en el cultivo. Los campos de pasto y bosques quedaban tierra común de igual acceso para todos, y las mejores tierras agrícolas fueron repartidas periódicamente de acuerdo a códigos de justicia.

Este ajuste primario de la tenencia de tierras aún existe en comunidades indígenas en varios rincones del mundo. De este modo, nadie vivía sin la manera de subsistir, y la iniquidad quedaba minimizada.

Si esto era cierto, ¿cuáles son las causas que han generalizado tanto la conversión de los derechos iguales a la tierra al privilegio exclusivo de propiedad privada de ella? En resumen son: 1) La concentración del poder en las manos de jefes y castas militares; 2) La conquista que redujo los conquistados a esclavos, y dividió sus tierras entre los conquistadores; 3) La formación e influencia de las jerarquías religiosas y la clase profesional de abogados.

La lucha entre el concepto del igual derecho a la tierra y la tendencia a monopolizarla en posesión individual fue la causa de los conflictos internos de Grecia y Roma. Fue la resistencia al monopolio de la tierra que les dio a ambas naciones sus días de fuerza y gloria en sus primeras épocas; fue el triunfo final del monopolio que eventualmente destruyó ambas naciones.

Con el avance de la ley romana, la cual estableció derechos privados de propiedad de la tierra, las clases privilegiadas privatizaron grandes porciones de las tierras comunales para formar sus grandes latifundios, obligando a los pequeños propietarios, endeudados y desplazados, a reducirse a esclavos o “colonos” arrendatarios.

El cesarismo, que pronto se convirtió en un corrupto despotismo, fue el inevitable resultado político. Las robustas virtudes nacidas de la independencia personal se extinguieron y solamente quedaron ruinas.

En su tiempo, tal finalidad hubiera parecido tan inconcebible como si hoy día los indígenas nativos del territorio de los EEUU conquistaran a ese país. Para los romanos, la negación del derecho comunal a la tierra resultó en su decadencia. Por otro lado, los visigodos germánicos que conquistaron a Roma disfrutaban de una equidad de uso de la tierra en sus pueblos. Y así, unas pequeñas bandas de “bárbaros” pudieron arrollar un gran imperio.

Después del Imperio Romano, en paralelo con el sistema feudal, se revivió en Europa una organización de terratenencia más primitiva, la cual proporcionaba iguales divisiones de las tierras cultivables, y el uso común de las tierras ociosas.

El sistema feudal no permitía a nadie un derecho exclusivo a la tierra que no cargase obligaciones comunales. Los propietarios tenían que regresar a la comunidad ciertos beneficios en cambio por los ingresos que recibían de sus tierras. Las tierras de la Iglesia pagaban el culto, la instrucción pública, y el costo de atender a los enfermos e indigentes. Los feudos militares proveían la defensa pública y apoyaban al soberano en varios asuntos de interés comunal. El sistema feudal impuso un derecho superior, subordinando el dominio individual al dominio comunal. Al nacer y desarrollarse el sistema feudal, transformó la posesión absoluta de la tierra en posesión condicional.

Existía en Francia y en partes de España, una costumbre que permitía que tierras particulares cultivadas, una vez terminada la cosecha, se convirtiesen en tierras comunales hasta la próxima siembra. Si un dueño no sembrase su tierra, otro cultivador podría sembrarla.

En nuestros sistemas jurídicos de hoy, todavía persisten señales de la universalidad del derecho común a la tierra. La doctrina inglesa de “dominio eminente.” La misma distinción que ahora se hace entre los términos legales de “bienes inmuebles” y “bienes muebles.”

Por tan paradójico que parezca, la libertad de las ligaduras feudales y la extensión de la democracia política han ido acompañadas por una tendencia de tratar la propiedad de la tierra en la forma que causa la esclavitud de las clases trabajadoras. Es un hecho claro que en Gran Bretaña, el derecho del pueblo a la tierra es reconocido de un modo mucho menos completo que era en los tiempos feudales. Las tierras comunales de antaño han sido sometidas a la privatización y encerradas. La vasta mayoría del pueblo británico no tiene derecho ninguno a la propiedad de su país natal, menos el de andar en las calles.

La razón por la cual la idea de la propiedad privada de la tierra ha crecido al lado de la idea de la libertad personal es porque la desintegración de las grandes propiedades feudales aumentó el número de terratenientes, y la abolición de las onerosas obligaciones feudales a los trabajadores también apartó la atención de la esencial injusticia implícita en la propiedad privada de la tierra. Por esto, para las clases “burguesas,” la relación entre los salarios y la renta no fue tan obvia, y hasta pasos atrás para la libertad de las clases laborales han sido aplaudidos como adelantos.

Cuando abolió los diezmos y transfirió el cargo del mantenimiento de los cleros a la tributación general, a los terratenientes se les exoneraron de uno de los cargos tradicionales que justificaban su posesión de la tierra. De igual manera, la abolición de las tenencias militares en Inglaterra significó la privatización de las rentas públicas a favor de los propietarios feudales. Así estos se libraron del deber tradicional adherente a su posesión dominante de la tierra de la nación, y lo cargaron a todo el pueblo. Desde aquél tiempo, la renta ha sido apropiada por los terratenientes como un impuesto privado sobre la producción.

Los terratenientes feudales de Inglaterra disfrutaban del dominio de la tierra bajo términos que les exigían servicios y pagos aproximadamente equivalentes a la mitad del valor de la renta total de sus tierras. Si no hubieran sido liberados de aquél acuerdo, y ningunas tierras fueran permitidas a ser encerradas y privatizadas, salvo bajo las mismas condiciones, los ingresos públicos de Inglaterra habrían llegado a ser, hoy día, muchas veces mayores que todos los impuestos actuales de Gran Bretaña.

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Capítulo 5: Historia de la Propiedad de la Tierra en los EEUU

El descubrimiento de oro en el estado de California EEUU en el siglo diecinueve inspiró una emigración masiva a este nuevo territorio. Fue declarado que toda la tierra en ese territorio que tuviese yacimientos de oro quedase propiedad común con igual acceso para todos. Así que, durante este período, el trabajo fue reconocido como la fuente de la riqueza y su plena recompensa estaba asegurada.

Luego, la acostumbrada idea de la propiedad privada ascendió. El único efecto fue el de cerrar las oportunidades al trabajo.

En un país nuevo y grande con tan poca población y tanta tierra buena disponible, la igualdad parecía asegurada, y no parecía que el tratar la tierra como propiedad privada causaría ningún daño.

En el sur de lo que iba a ser los EEUU, la tierra fue dividida en grandes latifundios y con la esclavitud de los africanos negros. En el noreste, cada familia recibió un lote residencial y un lote para semilla, mientras aparte de estos quedaban las tierras comunales agrícolas que todos debían compartir. Sobre tiempo el monopolio de la tierra se desarrolló en las zonas pobladas. Permitieron que se desarrollara y se institucionalizara una forma más amplia e insidiosa de la esclavitud humana.

A las primeras generaciones de colonos, no les parecía injusto apropiarse de más tierra que pudiesen usar. Las mismas fortunas que resultaron de la apropiación de la tierra fueron reconocidas y alabadas como merecidas recompensas al trabajo. Pero la verdad es que las fortunas de las primeras generaciones de inmigrantes a los EEUU fueron las ganancias de los monopolios de la tierra. De igual manera que los muchos compradores de boletos de lotería apoyan el sistema para tener su sueño de ser uno de los pocos ganadores grandes, el mismo sentimiento impedía que los pobres de las primeras generaciones en los EEUU disputaran un sistema que hacía algunos de su clase fabulosamente ricos.

La inteligencia general, los poderes de inventar y suprimir, el espíritu libre e independiente, y la energía y el optimismo que caracterizaban al pueblo estadounidense no eran las causas de su mejor nivel de vida, sino estas cualidades surgieron como resultados del libre acceso a la tierra.

En Norteamérica, siempre había la idea de que el dominio público se abría delante de todos, ofreciendo ilimitadas oportunidades para trabajar y acumular riqueza. Todo lo bueno del carácter estadounidenses, todo lo que hacía sus condiciones e instituciones mejor que los de los países viejos, tenían su cause en un solo hecho: que siempre había tierra buena, barata, y accesible para los nuevos inmigrantes.

Pero hace tiempo el avance de la frontera llegó a la costa pacífica y el dominio público empezó a cerrarse. Los efectos malignos que resultan de hacer la tierra de todo un pueblo la propiedad privada de algunos pocos ya se han manifestado en los EEUU desde hace tiempo. La brecha entre los trabajadores y la clase de los “pudientes” va ampliándose; discrepancias sociales se profundizan, y se han aparecido mendigos y delincuentes por todos lados. El dominio público está poniéndose más escaso. La propiedad privada de la tierra está concentrándose. La proporción de la población sin derecho legal a la tierra en la cual habita está aumentando constantemente.

Nunca estará establecida la república hasta garantizando al niño más pobre del país su igual derecho a la tierra y todas las oportunidades naturales. Para abolir la esclavitud, tenemos que abolir la propiedad privada de la tierra.

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Capítulo 6: Historia de la Propiedad de la Tierra en Nicaragua

A diferencias del Norte, el Sur de las Américas fue conquistado por el Imperio Español por medio de un proceso de monopolización total e inmediata de la tierra. La esclavitud humana fue formalmente abolida, pero la clase que dominaba los grandes latifundios nunca cedió su dominio absoluto de la institución de la propiedad privada de la tierra.

En Nicaragua, antes de la conquista española del siglo XVI, los indígenas se organizaban en varios pueblos independientes en los cuales los derechos comunales a la tierra eran plenamente reconocidos. Los españoles esclavizaron a los indígenas que vivían en sus “encomiendas” latifundios, reclamaban propiedad absoluta de la tierra y confiscaron gran parte de los productos.

Confiscaciones y concentraciones de las tierras comunales, lanzamientos y privatizaciones. La base del poder político eran los grandes latifundios heredados desde los tiempos de la Conquista. Más tierras quedaron en manos de un reducido número de propietarios empresariales.

Más desalojos en las tierras comunales. La expropiación de la propiedad eclesiástica y la venta de tierras nacionales. El ascenso al poder del empresario latifundista. Pero los grandes perdedores siempre eran los criollos pequeños. La propiedad privada de las mejores tierras de valor comercial.

Otro decreto legislativo de ley agraria que resultó aun más confiscatorio. Permitió que los comerciantes más poderosos adquiriesen terrenos nacionales donde había la expectativa de inversiones en nuevas rutas de comunicación, desplazando los decenas de miles de colonos.

Entre 1934 y 1979, se decretaron varias leyes que pretendían ordenar y reglamentar la propiedad de la tierra. Llegando a 1978, la tenencia de la tierra en Nicaragua era extremadamente concentrada en manos de una minoría cada vez más exclusiva, dejando a la mayoría de los campesinos trabajando tierras marginales sin títulos, y obligando a los que trabajaban las mejores tierras a seguir pagando parte de su cosecha en rentas.

El gobierno de los Sandinistas, de 1979 a 1990, intentó recuperar, para el uso comunal y la producción estatal, las tierras monopolizadas, abandonadas, u ociosas, por medio de la confiscación jurídica. Al fin del régimen, la distribución de propiedad y el acceso a la tierra quedaba poco más seguros que antes.

 

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